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| Eliseo Cuadrado del Río |
Ensayo
Por: Eliseo Cuadrado del Rio. 2011
Cada uno nace con su espacio, que al principio es de tres mil centímetros cúbicos, más o menos. De ahí en adelante empieza a aumentar, más mental que físicamente, hasta llegar a su óptima dimensión entre los cuarenta y sesenta años. En adelante, empieza a decrecer.
El momento óptimo en que se estabiliza el espacio, depende de límites impredecibles y misteriosos, Como los remordimientos por haberse vengado de un inocente, Por las ofensas y humillaciones identificadas con veinticuatro horas de retraso, Del balance final entre el amor el odio y la amistad, Por haber llegado a la conclusión demasiado tarde que no habría sido castigado si hubiera mentido, De dudar si al final de lo emprendido tuvo éxito ó fracaso, De dar crédito a dulces alabanzas cuando no eran otra cosa que adulaciones modelo lucifer.
De las pocas ó muchas ganas de vivir convencido o dudando de ser eterno, De objetar el carácter didáctico de las palizas del padre ó de los actos cómplices con su madre, Del efecto catastrófico de haber descubierto prematuramente que el Niño Dios no era quien le traía los juguetes, De ser impermeable o no a la lluvia de sus culpas, De que en plena soledad descubriera ser su propia compañía, De que no pase el corte en un concurso de amantes adoradores del camasutra, De no sentir celos porque se enamora en secreto del amante de su amante, De rechazar con estulticia los elogios cuando son inevitables y muy merecidos.
Yo creo que mi espacio seguirá reduciéndose lenta y progresivamente hasta llegar a la zona que lo limita todo. Al fin quedaré convertido en una caja de madera cerrada herméticamente con un volumen de tres mil centímetros cúbicos, como al principio.
A medio llenar con algo parecido a las cenizas abandonadas por algún Ave Fénix mamada de tanto resurgir, rotulada con mi nombre y que después de analizadas sean una mezcla de carbonatos, otras sales minerales y trazas de aminoácidos chamuscados.
