El padre Michael Kovak es un joven norteamericano, escéptico y con grandes dudas en su fe. Realmente todavía no se ha ordenado sacerdote y ha pasado su renuncia para retirarse de la Institución. Pero el director de su comunidad ve en él grandes valores que lo hacen digno de mayores responsabilidades dentro de la Iglesia, como el hecho de convertirse en exorcista. Por ser solo dos meses más y la perspectiva de trasladarse a Roma para aprender este ritual, hacen que Michael acepte esta experiencia que le cambiará por completo su vida.
Con la genial actuación de Anthony Hopkins como el padre Lucas, quien es el encargado de enseñar al nuevo practicante, esta historia nos eriza y hace que sintamos real miedo. Como todo lo supra natural, nos deja grandes incógnitas que resolver, y que a la larga no las resolveremos –al menos todas-.
Los efectos muy bien logrados, vemos un director pendiente de todos los detalles y especialmente al principio de la cinta, obsesionado por las macro ampliaciones de los objetos. Esto unido a la repetición de símbolos durante toda la película (pulsera femenina, crucifijo, gatos, insectos, ranas), además del excelente manejo del suspenso, dan como resultado una buena película.
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