Eliseo Cuadrado del Río |
Por: Eliseo Cuadrado
La mayor parte de los aficionados que asisten a un concierto de música clásica, ignoran la existencia de los ensayos previos
a la gran noche del estreno. Son muchos meses de trabajo para aparecer en el
escenario dos o tres horas solamente. En raras ocasiones, cuatro. La dificultad
cosiste en que se necesita un permiso especial, casi siempre expedido por la
Administración de la Orquesta o del mismo director, para tener acceso a ellos.
En ciertas ocasiones es posible conseguir un carnet para toda la temporada. Otra causa es la desinformación acerca de cuándo
y dónde los realizan, para evitar que el público interfiera. Una orquesta
filarmónica, constituida por voluntarios, o sinfónica, por profesionales,
ensaya en secreto. Es un acto que jamás se promociona.
Tantas
precauciones se toman para garantizar el silencio casi absoluto que exigen los
Directores y para que no sean del dominio público las fallas aparentes o reales
de los músicos y de las partituras, mientras se acomodan a la interpretación
que el Director hace de las mismas. Cuando se ensaya una obra nueva, los signos
de la partitura están escritos a lápiz, para facilitar la enmienda de algún
error, para lo cual en cada atril hay disponible un lápiz con borrador.
Los
Directores son capaces de detectar cualquier instrumento que emita una nota en
bemol, cuando en su partitura, figura en
sostenido. Aquí se interrumpe el ensayo
y se corrige la discrepancia. En el momento menos pensado el Director
golpea el atril con su batuta y la orquesta se detiene.
¡No
escucho las violas!
Se
baja del podio y se acerca a uno de los músicos:
¡Claro!
Este pasaje está fa y en mi partitura está en sol.
Es
obvio que todas las puertas y ventanas están cerradas. Después de empezado el
ensayo nadie puede entrar aunque tenga permiso escrito, porque el ruido de las patas de una silla que se
corre o el chirrido que produce alguien al sentarse es causa de interrupción.
Quizás el ruido que mejor se tolera es la tos o el estornudo, inclusive del
Director. Es obvio que se pida apagar los celulares. El o los percusionistas
pueden tocar con gripa, pero es inconcebible la gripa para quienes están a cargo de los vientos. Algunos de ellos,
especialmente las trompetas y trombones, tienen un pequeño agujero obturable,
al final de la primera curva, para vaciar el exceso de saliva. Lo que explica
el movimiento de rotación, acompañado de las sutiles sacudidas que le imprime
el ejecutante a su instrumento de vez en cuando.
Cuando
se escoge una obra nueva la orquesta es dividida en grupos para empezar los
ensayos. Las cuerdas, los metales, las maderas, la percusión y ocasionalmente
el coro son separados. A su debido tiempo se integran. Es el mejor momento para
asistir. Casi siempre en las mañanas,
hasta la una de la tarde. El día del estreno no ensayan y el siguiente es
libre. Los cantantes de ópera no deben hablar en los dos o tres días siguientes
a la presentación.
Las funciones
del Director son varias: Iniciar la orquesta, coordinar los grupos de
instrumentos o al intérprete solista. A veces no usan batuta. Hay otras dos
funciones importantísimas: marcar la velocidad de la melodía o el tempo, su
altura y fuerza.
Los compositores se limitan a escribir en la
partitura: rápido, lento, rápido pero no mucho, rapidísimo, etc. El Director
cuantifica la instrucción, de manera que cada uno conduce la orquesta a
velocidades y alturas diferentes. Muchos se ajustan estrictamente a las
indicaciones de la partitura, a otros les gusta salirse ligeramente de la línea
melódica y volver a ella: es el rubato. Se debe tener dominio total del
instrumente para “rubatear”. Si la obra incluye un coro, debe cantar o simular
que canta para guiar a los cantantes.
El Director de
orquesta debe estudiar “batuta”, durante cuatro o cinco años, después piano. De
él depende que la orquesta toque bien, regular o mal. Entre él y los músicos se
establece una relación filial compleja, mezcla de respeto, admiración y
sobretodo credibilidad. No se sabe cuántos instrumentos debe ser capaz de
tocar, pero debe estar seguro de cómo deben sonar. A veces detiene el ensayo,
se dirige a los chelos y les pide que acerquen un poco más el arco al puente,
para que suene más patético. Es inconcebible un director malgeniado. Por
supuesto durante sus estudios debe conocer las principales partituras, si no
todas. Y hacerlas interpretar por la orquesta según su criterio. Mientras más carismático
sea el Director, mejor suena la orquesta.
Y llega la gran
noche. El mejor sitio es una localidad en palco de primera o segunda a un par
de palcos del escenario. Desde allí puede verse la partitura del solista, que
casi siempre es pianista o violinista, y la del Director. Es posible ver cuando
dobla la última hoja y empezar a aplaudir antes que los demás. El público
tendrá la impresión que usted se sabe la obra de memoria y usted se ahorrará el
oso de aplaudir antes de tiempo.
Un timbre suena
tres veces. Primero entra la orquesta. Después el concertino, o primer violín
quien, de pie, afina a los músicos, al hacer sonar el “la” del piano. Es decir,
la tecla que está justamente en medio de las blancas. La afinación se prolonga
hasta quedar satisfecho con el la de las cuerdas. Seguidamente vuelve a afinar
su violín mientras el resto de violines, violas, chelos y contrabajos afinan. El
barullo es infernal, el destemple total, inmisericorde, que parece rebotar en
todas las tuercas flojas, en todas las tablas
carcomidas y cortinas rotas. Usted jamás lo olvidará. Se sienta y el silencio
vuelve al escenario. Después entra el
director y finalmente el solista. Aplausos y reverencias. Las luces del teatro
languidecen hasta apagarse. Solo queda iluminado el proscenio. El Director
ocupa el podio, levanta los brazos, los arcos se acercan a las cuerdas y las
boquillas a los labios. Aún hay murmullos en el público que desaparecen quedar
el teatro en silencio absoluto. Una voz tras bambalinas ordena apagar los celulares.
El Director mira al solista quien asiente con la cabeza, mueve sus brazos y
comienza. Si no hay solista lo que suena se llama sinfonía.
Me gustó mucho el escrito del compa Eliseo porque está muy bien desarrollado, además describe de una manera sucinta en una narración limpia in crecendo todo el esfuerzo que implica la preparación que debe hacer el director junto con la orquesta y el concertista antes de la gran prueba: la noche del concierto. Son muchas horas de trabajo intenso para ensamblar y acoplar a la perfección cada instrumento sin olvidar que una orquesta está conformada por individuos que sienten, que tienen emociones y que están expuestos a cualquier situación de salud de última hora. En síntesis, me gustó.
ResponderEliminarSaludos, Cash
Me parece interesante este artículo, muy bien documentado, escrito en un lenguaje claro. No encontré, aunque las busqué, las características del ensayo. Creo que falta la opinión de Eliseo respecto a la preparación de la orquesta para la presentación. Pero de todas formas yo disfruté leyendo esto, sea ensayo o no.
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