CEREZOS EN FLOR

Bella película que nos pone a reflexionar sobre la relación de pareja, la edad madura, los hijos y en especial sobre los deseos pospuestos una y otra vez a través de los años. ¿Cómo viviremos nuestros últimos días? ¿Podremos cumplir nuestros más íntimos deseos?
Filmada en Alemania y Japón con grandiosos paisajes y escenas llenas de colorido como las que resaltan el florecer de los cerezos y el festival de Hanami, la celebración a la vida que hacen los japoneses en esos días (duran solo de una a dos semanas florecidos).
La realidad de un matrimonio adulto, que se enfrenta a las circunstancias de quedarse solos y sentirse rechazados por sus hijos. Los anhelos incumplidos debido a obligaciones con el trabajo y la familia. La rutina diaria que en la evaluación final arroja que si trajo felicidad pues siempre se contó con el respaldo incondicional del otro. El sentimiento de que siempre se pudo hacer más.


La directora Doris Dörrie utiliza unos íconos repetitivos que aparecen cada cierto tiempo dentro del film y que nos sirven de hilo conductor, como “La mosca”, que aparece en constantes escenas y hasta se le rinde tributo con un poema. “El pato”, símbolo de la llegada a casa después del trabajo, pero que lo veremos también al final como el animal preferido por la joven amiga del protagonista. Otros elementos recurrentes son: el tren, la estación del tren, la caja de pastillas.
Algo fabuloso en la película es el homenaje que se le hace a la danza Butoh, una mezcla entre danza y teatro, en la cual el bailarín se maquilla la cara de blanco y baila con la sombra. La representación escénica del baile es el eje central de la película y sobre el que gira toda la historia.
Lo único que puedo hacer es recomendarla.
Calificación: 9/10.