domingo, 16 de enero de 2011

Felicidad completa


Por: Gloria Vejarano T.
Después de notar que yo estaba simultáneamente feliz y lúcido - una conjunción no sólo rara sino imposible - ella también quiso sentir lo mismo e inmediatamente se zambulló en la piscina astral que me cubría y juntos nadamos por el mundo paralelo. Este nuevo estado, esta nueva sensación hizo florecer en los dos situaciones y sentimientos desconocidos hasta entonces, como si todo lo vivido anteriormente fuera solo una alucinación, y lo real, lo que valía la pena, fuera este nuevo estado, esta paz y bienestar interior, que jamás imaginamos que existía y que nos cobijaba hasta lo más intimo de nuestros seres.

Nos habíamos conocido mucho tiempo atrás, de niños, cuando jugábamos a ser adultos debajo de la mesa del comedor de la casa de sus padres. Desde entonces nos habíamos mirado alelados, con una mirada inquisitiva y profunda, hurgando en la esencia, en los confines mismos de nuestra existencia. Aquellos momentos fueron interrumpidos por el traslado de su familia a otra ciudad. Nunca dejé de pensarla. Su recuerdo aparecía en los momentos decisivos de mi vida: cuando un amor me dejaba o simplemente cuando la nostalgia me invadía. Solo ahora volvíamos a encontrarnos.

Bajamos al submundo de sus entrañas y exploramos como dioses el don del infinito en donde una semilla mía podía llenar ese espacio único, reservado solamente para mí, para los dos, para el goce y la creación. Nunca antes habíamos vivido ese momento de forma tan sublime. Nos transportamos al infinito, llevados por la pasión acompañada del tul translúcido de la armonía, de la unión carnal acompañada de la lujuria, de una forma plena, más angelical que humana.

Al despertar, todo nos pareció más bello.

- ¿Qué hacemos ahora? preguntó.

Yo seguía anonadado entre mi felicidad y la inverosimilitud.

- Mi marido llegará pronto, inquirió.

Salí dando tumbos.

Durante los días siguientes seguí cavilando la forma de arreglar para siempre el asunto. Desde un panfleto, la extorsión, la difamación, hasta un asesino a sueldo. Todo pasó por mi mente. Regresé a la semana siguiente. No la encontré. En su lugar estaba el hombre, recostado en el sofá de la entrada.

- … lo estaba esperando.

- ¿Quién es usted? pregunté extrañado.

- ¡No se haga el huevón! Sabe quién soy¡Vamos a arreglar

las cosas como hombres!

La felicidad y lucidez de días anteriores se habían ido al traste.

-Mire, ella se fue porque no me quiere volver a ver, no quiere que yo me le acerque. Es como si algo extraño la hubiera tocado y cambiado su alma. Nunca antes la vi así, tan extraña parecía flotar todo el día, sin atinar a decirme nada, solo el rechazo total.

La ira del hombre fue disminuyendo. Bajó su tono amenazante y pude ver en él su amor y su dolor. La luz del día se había disminuido y solo nos veíamos como dos siluetas dibujadas en el contraluz del crepúsculo.

- ¿Nos ha dejado a los dos?- inquirí.

Nos abrazamos en un apretón de esos que se dan los machos en momentos de la vida.¡Habíamos zanjado el problema como hombres!

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