martes, 30 de octubre de 2018

ANTOLOGIA PERSONAL de Maruja Vieira

ANTOLOGIA PERSONAL
Autora: Maruja Vieira
Comentario por: Gloveta

Maruja Vieira




La sensibilidad de Maruja al escribir sus poemas se siente a flor de piel. Hermosos versos escritos desde sus vivencias. Muy lindos poemas que llegan a posarse en el alma.
La forma más contundente de honrar estos versos es transcribiendo algunos de ellos:

Al amigo en su viaje
Recordando a Baltasar Miró
Amigo, ha terminado tu soledad de hombre.
Ya tu inquietud es limo bajo la tierra oscura.
Eres nube de polvo, eres piedra, eres trigo.
Ya no buscas estrellas en el barro del mundo. 

Ahora los caminos corren sobre tu sangre,
convertida en la verde caricia de la hierba.
No te hiere el silencio con su espina y su angustia
porque tu voz se ha vuelto rumor entre los árboles.

La muerte no reclama que les des a tu nombre
la dimensión exacta del amor o del odio.
Sin distancia que oponga su cerrada frontera
tu ausencia está llenando de ti nuestra memoria.

LOS  85
A Ana Mercedes Vivas

A los 85 estamos descaradamente vivos.
Se supone que los que nos aman
deben saber que caminar ya no es la alegría de antes
a menos que sea al sol y sobre la hierba.

Se supone que deben saber
que nuestras noches son demasiado largas,
porque tenemos que acostarnos muy temprano
y hay muchas cosas a las que ya no podemos ir
porque nos cansamos.
Pero seguimos descaradamente vivos
y no son nuestros ojos,
es la luz la que se debilita cuando queremos leer
y no son nuestros oídos,
es la voz de los otros la que ya no tiene sonidos.

Son las calles las que se han vuelto
demasiado largas y las escaleras demasiado altas.
Pero seguimos descaradamente vivos
y algunos afortunados tenemos
una ventana por donde entra el sol de la tarde
y una voz muy amada que nos llama.

TIEMPO DE INFANCIA
Vengo a buscar
el tiempo de la infancia
en estas calles altas
que desembocan en el cielo.
El parque todavía está igual
y son los mismos árboles.

Dejan caer sus hojas
hasta las manos de mi padre.

El toma su delgada navaja
y al tallar las hojas
nacen mariposas y estrellas.

La torre de la iglesia
no ha cambiado. Las campanas
tienen la misma voz.

Pero la casa donde nací
ya no existe.

Desapareció el balcón
donde se aferraban
mis manos de tres años
la noche larga del incendio.

Busco otra casa
que ya no puedo reconocer,
envuelta en la maraña
de cemento y granito
que borró el jardín y los muros
que antes fueron blancos.

Ahora viene una niña.
Corre llorando por la calle,
viste el traje blanco y el velo
de su Primera Comunión solitaria.

Cuando llega a mi lado
trae en los brazos
el gato negro
del que no quería desprenderse
cuando se la llevaron
a una ciudad distinta y lejana.

Niña y anciana
se funden en un tiempo igual,
que pasa y pasa
como la niebla, deshaciéndose
entre el sol y la lluvia,
la realidad y el sueño.


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